El papa condena el adopcionismo, divulgado por los obispos Félix de Urgell y Ascasio de Astorga, y especialmente por su primado el arzobispo Elipando de Toledo, muy combatido este último por Beato de Liébana y su amigo Eterio, obispo de Osma (refugiado en el monasterio lebaniego de San Martín Turieno, hoy de Santo Toribio de Liébana), así como por Teudula, obispo de Sevilla, que intenta independizarse de su metropolitano.